Portal Semanario
Año 12. No. 658. del 05 al 11 agosto 2018
Premio de Comunicación Alternativa

 

VAMOS A LA OBRA

 

CARAMBA Y ZAMBA LA COSA:

EL 68 VUELTO A CONTAR

de Francisco Pérez Arce

 

Reseña del Lic. Jesús Luna Hernández,

Especialista en Derechos Laboral,

Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com

 

*Así nació el Consejo Nacional de Huelga el 6 de agosto de 1968

*La principal demanda fue libertad a los presos políticos.

*Diálogo público era la condición para el logro sus 6 demandas.

1968 no inventaba o engendraba a México, sólo lo descubría, lo hacía visible y comprensible. Carlos Monsiváis

Después de todo, sólo había sido un movimiento estudiantil De 123 días de duración. Nada más. Nada menos. Pero nos había dado, a una generación completa de estudiantes, pasado y país, tierra debajo de los pies. Paco Ignacio Taibo II

Que vivan los estudiantes porque son la levadura… Violeta Parra

Muchos no volvieron/ tampoco Manuel. Víctor Jara

A los padres de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que nos hacen falta desde el 26 de septiembre de 2014.

Desde esa fecha México tiene tatuado el número 43.

No olvido que los normalistas iban en busca de camiones para acudir a la marcha del 2 de octubre que recordaría el crimen de Tlatelolco en su 46 aniversario.

Se publicó en octubre de 2017, y se puede descargar gratis éste libro en formato digital en: www.brigadaparaleerenlibertad.com

Consta de 9 capítulos, en esta ocasión sólo comentaremos el capítulo primero, denominado, RAYO EN CIELO TRANQUILO.

Un 22 de julio de 1968, en la plaza de la Ciudadela se da un enfrentamiento entre dos grupos de escuelas rivales: la vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y la Preparatoria Isaac Ochoterena, colegio privado incorporado a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El autor refiere que no se supo el motivo del pleito pero debió ser algo intrascendente. Esta trifulca fue más aparatosa que en otras ocasiones por lo cual alguien llamó a la policía.

Llegaron dos camiones de granaderos, pero no a tranquilizar el pleito, sino que comenzaron a golpear a quienes tenían más cerca, con macana en mano

Los estudiantes del poli y de la UNAM buscaron refugio en la vocacional 5 que era la más cercana, pero los granaderos los persiguieron y entraron también en la escuela.

Ahí siguió la golpiza contra el que encontraban enfrente, lo mismo le pegaban a estudiantes que a maestros, dejando una estela de heridos.

Ante esta afrenta los politécnicos indignados ante la violencia absurda de la policía y el hecho de que la policía se metiera a su escuela y rompieran cabezas así nomás, porque alguien quiso enseñar que los jóvenes deben agacharse y aceptar lo que la autoridad mande, pasaron del desconcierto a la protesta.

La Federación de Estudiantes Técnicos (FNET) llamó a protestar en la calle. El 26 de julio de 1968 habría una manifestación estudiantil politécnica contra la violencia policiaca.

Los politécnicos marcharon precisamente el 26 de julio, fecha en que la izquierda organizaba cada año una manifestación de apoyo a la Revolución cubana. Cada año marchaban y repetían los “mueras” al imperialismo yanqui y los “vivas” a los barbudos de Sierra Maestra.

Esa tarde salió la manifestación pro cubana de Salto del Agua, su meta era el Hemiciclo a Juárez, en la Alameda, de la Ciudad de México.

La columna no era larga pero sí muy entusiasta, radical y festiva: “Fidel, Fidel/ ¿Qué tiene Fidel/ que los americanos no pueden con él”, o también “Con la OEA o sin la OEA/ ya ganamos la pelea”, o el más simple “Cuba sí/ Yanquis no”, o el más rítmico: “Che-che-che Guevara”. Su composición era mayoritariamente universitaria, era algo muy parecido a una manifestación estudiantil.

Esa tarde había dos marchas aparentemente de naturaleza distinta: una protestaba por la violencia absurda de los granaderos, otra de izquierda y anti yanqui.

En ese tiempo como ahora el Zócalo era terreno vedado para cualquier manifestación, era y es terreno exclusivo para actos afines al gobierno.

Ese 26 de julio de 1968, sin embargo, al grito de Zócalo, Zócalo, los politécnicos tomaron el riesgo y cruzando la Alameda se dirigieron al Zócalo desafiando la prohibición no escrita, pero no llegaron en la calle de Palma, los esperaban los granaderos.

Se produjo un enfrentamiento en el cual participaron sin desearlo estudiantes que salían de clase de las preparatorias 1, 2 y 3 así como la Escuela de Artes Plásticas, Academia de San Carlos. Algunos preparatorianos, con la respiración agitada, regresaban a refugiarse en sus escuelas; si querían salir tenían que hacerlo en grupo.

Conforme pasaron las horas, la correlación de fuerzas fue cambiando. Los estudiantes entre aguerridos y asustados, y quizá algunos hasta con espíritu deportivo, se enfrentaban al enemigo inesperado. Los grupos más audaces tomaron camiones y los cruzaron en las bocacalles para dificultar la llegada de refuerzos policiacos.

Los de la manifestación antiimperialista terminaban su recorrido cuando recibieron noticias alarmantes de lo que sucedía a unas cuadras de ahí. Algunos dispersos y otros en grupos se acercaron a ver lo que pasaba y fueron también perseguidos, entraron también en la batalla.

La escaramuza se extendió hacia el norte y el oriente del Zócalo. La batalla del Centro siguió toda la noche.

Los jóvenes eran muchos y muy aguerridos y tenían sus escuelas como retaguardia. Los granaderos no esperaban semejante resistencia y fueron incapaces de controlar la situación.

Los estudiantes habían sido agredidos en su barrio. Había muchos detenidos y muchos golpeados. La violencia policiaca estaba fuera de control.

Pero además era evidente que no tenían claro un objetivo, actuaban sin ton ni son; golpear nada más, para nada, porque los que están enfrente se defienden y son sus enemigos, quién sabe por qué.

Los estudiantes tenían las calles. Algunos vecinos los auxiliaron, les abrieron las puertas y les ofrecieron refugio cuando lo requirieron. Ocuparon las escuelas. Ahí pudieron hablar, pasarse información, discutir, salir de la sorpresa, darse cuenta de lo que había sucedido, intentar entenderlo, ponerse objetivos, convertirlos en demandas: había muchos detenidos y querían su liberación, y pedían también que la policía se retirara.

Para el lunes 29 de julio de 1968 las noticias se dieron en todas las escuelas. El secretario Gobernación y el jefe del Departamento del entonces Distrito Federal (D.F.), hoy Ciudad de México, pensaron que debían escarmentar a los revoltosos y restablecer el orden y decidieron que era necesario la intervención del ejército.

El 29 de julio a las 23 horas la tropa salió del cuartel del campo 1, salió a recorrer el centro de la ciudad. Los estudiantes nunca enfrentaron al ejército y se refugiaron en sus escuelas, pero la orden era detener la rebeldía e imponer el orden.

Los soldados no se conformaron con ocupar las calles, querían a los estudiantes fuera de sus refugios, de las escuelas.

El 30 de julio de ese año, quedó la imagen en los periódicos, en la memoria histórica: un soldado con la bazuca al hombro apunta al viejo portón de la Prepa 1, el viejo Colegio de San Idelfonso.

Para ello derribaron el portón de madera tallada, de antigüedad colonial como el edificio, con el disparo de una bazuca. Arma de calibre inconcebible para combatir a unos estudiantes desarmados. Todo fue desproporcionado.

de pronto el estruendo de un cañonazo y un pedazo del portón que cae hecho trizas, la tropa que entra a paso rápido con los fusiles embrazados, y ellos, los estudiantes, que corren a refugiarse donde ya no hay refugio. Se oyen balazos, se oyen gritos, se oyen pasos fuertes.

Las manos levantadas. Las manos contra la pared. Las caras de asombro y de miedo. Testigos del día siguiente dicen que había sangre en las paredes.

En la Ciudadela también parecía escenario de guerra. Como a las 2 de la mañana del 30 de julio de 1968 llegaron los soldados a la vocacional 5. El oficial al mando exigió a los jóvenes que abandonaran el edificio.

Los estudiantes se resistieron, subieron a la azotea. Estaban de pie en la orilla. Cantaban el himno nacional. Los soldados entraron. El saldo esa noche fue de 500 detenidos y un número impreciso de heridos que fueron a parar a distintos hospitales.

En la madrugada de ese día el jefe del Departamento del D. F., general y licenciado Alfonso Corona del Rosal, en conferencia de prensa dijo que la “conjura comunista” había sido controlada por la fuerza pública.

Los estudiantes estaban indignados por la invasión del ejército, estudiantes y maestros se concentran en la explanada donde se localiza la rectoría de ciudad Universitaria, el rector Javier Barrio izó la bandera a media asta, en señal de luto.

A partir del día 30 de julio de 1968, las escuelas de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional se fueron declarando en huelga. Las Universidades de los Estados también se sumaron, la universidad veracruzana, Puebla… De todas ellas llegaron mensajes de solidaridad. Enviaron mensajes a la UNAM y al Poli. Hicieron mítines y paros parciales.

Es sorprendente, en unos cuantos días surgió una unidad estudiantil nacional como nunca se había visto. Las voces oficiales y solemnes de diputados, senadores, funcionarios, columnistas de prensa, locutores, se alinearon con el gobierno, repitiendo frases previsibles y justificando las acciones de la policía y el ejército.

Condenaron a los jóvenes, por una supuesta subversión.

El primero de agosto de 1968, el rector de la UNAM encabezó una marcha que salió de Ciudad Universitaria, caminó por Insurgentes hacia el norte hasta la avenida Félix Cuevas, regresó por avenida Coyoacán.

Fueron unos pocos kilómetros. La mayoría de los marchistas eran universitarios, pero también llegaron contingentes del Poli, de Chapingo y de otras escuelas.

La columna fue enorme. El cálculo más repetido habla de cien mil manifestantes. El Ejército Mexicano había hecho un gran despliegue de fuerzas a pocos metros de Félix Cuevas, en el “Parque Hundido”.

Ahí estaba la tropa en posición de combate. La marcha estaba autorizada hasta ese punto. La manifestación no intentó romper esa frontera. La columna avanzó con orden. Los gritos fueron moderados al principio, aunque iban en aumento a cada cuadra.

Los estudiantes ganaron confianza: se vieron a sí mismos, con cierta sorpresa, como una fuerza inesperada. Y lo también inesperado, sienten que cosechan simpatía de la gente en las banquetas y en las ventanas. La lluvia no logra desbaratarla.

No fue una manifestación tan estruendosa ni tan festiva como otras. Se gritó de repente un “Goya”, la porra universitaria de uso deportivo, con gran entusiasmo; pero cada vez que sucedía siguió después, inmediatamente, un “Güelum”, la porra politécnica. Gritos de batalla contrarios que, sin embargo, ahora se coreabann por las mismas voces.

El 5 de agosto de 1968 hubo una nueva manifestación. Sí la del rector abrió la puerta de la insurgencia universitaria, ésta abrió la insurgencia politécnica.

Cien mil marchistas repitieron las consignas coreadas en la marcha del rector e inventaron otras. Los temas son los mismos: la violencia del gobierno, la existencia de nuevos presos políticos, detenidos en los días previos, la unidad estudiantil. Se incorporaron con más frecuencia gritos de apoyo a los pueblos cubano y vietnamita y de condena al imperialismo.

Las dos manifestaciones se parecían, se miraban en el espejo, se imitaban; estaban creando un estilo y un lenguaje. Se sumaban todas las escuelas superiores. Unificaban consignas. Se contagiaban la rebeldía.

Al día siguiente (6 de agosto de 1968) hubo una junta en Zacatenco. Llegaron representantes de muchas escuelas. Así nació el Consejo Nacional de Huelga, que en las semanas y meses siguientes sería más conocido por sus siglas CNH.

En pocos días hubo una segunda y una tercera junta, y acudieron representantes de todas las escuelas. Estos eran electos en asambleas generales. De ese modo todas las huelgas reconocían y se reconocían en el CNH.

El CNH, manifiesta un pliego de, seis puntos. A sus demandas añadieron una condición que fue tan importante y tan significativa como los seis puntos: “diálogo público”.

Los seis puntos expresan la lucha contra el autoritarismo del gobierno materializado en las acciones de los granaderos y del Ejército en esos días, que repetían un patrón seguido en años recientes contra otros movimientos sociales. Dos de los seis puntos dan esa visión de más largo plazo:

1) Libertad a los presos políticos, y

2) Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal. Cuando se dice “presos políticos”, se piensa en primer lugar en los líderes ferrocarrileros que están en la cárcel desde 1959, entre ellos su máximo dirigente, Demetrio Vallejo.

 

 
   
 
 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 
 

 

 

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