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VAMOS A LA OBRA
LA REVOLUCIÓN QUE LLEGARÍA Autora: Aleida García Aguirre Editado por Colectivo Memorias Subalternas. 2015. Año de la conmemoración del 50 aniversario del asalto al Cuartel de Madera. Reseña de Guadalupe Montelongo, participante en el curso ¡¿Qué transa con las Afores?! en colaboración voluntaria, Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com Cuando se habla de la lucha obrera y agraria del pueblo de Chihuahua, en la década de 1960, que dio origen a uno de los movimientos guerrilleros más conocidos en México, casi nunca se hace referencia a la participación que tuvieron alumnas de las escuelas normales para maestros, de Artes y Oficios y de la Industrial para Señoritas, pese a lo cual no se modificó su condición de subordinación a los varones. El papel protagónico de las mujeres en la lucha agraria, obrera y guerrillera de esos años, sin embargo no les permitió ocupar cargos de dirigencia, esa función siguió en poder de los hombres. A ellas se les aplicaba más que a nadie, la obligación de la obediencia. De hecho, el movimiento campesino y después el guerrillero, jamás se plantearon la transformación de las relaciones de género subrayó Aleida García Aguirre, autora de La Revolución que llegaría. El libro enfatiza, entre otros puntos, el papel de las jóvenes mujeres que participaron activamente en apoyo a las luchas agrarias y obreras del Estado de Chihuahua, desde 1960 hasta las invasiones de tierras efectuadas la formación actuación de la guerrilla, entre 1963 y 1965, en Chihuahua. En aquel tiempo las dos normales rurales: Salaices de varones y Ricardo Flores Magón de mujeres, sostenían permanente comunicación y relaciones políticas y sociales, aunque la relación de poder entre las dos escuelas para maestros estaba claramente inclinada a favor de los alumnos de Salaices por dos circunstancias: eran hombres y sólo ellos viajaban a Flores Magón para obtener la aprobación de sus compañeras, explicó la autora. La posición de un grupo de estudiantes de dichas instituciones asumiría un papel importante frente a dos conflictos chihuahuenses: la huelga de obreros de las empresas celulosa, Viscosa y Ponderosa de Chihuahua, y la demanda de reparto agrario de los municipios de Madera y Temosachi. La resolución fue emprender una serie de acciones que pugnaron por la expropiación del latifundio “Bosques de Chihuahua“, el esclarecimiento del asesinato del profesor Francisco Lujan Adame y el cumplimiento del pliego petitorio de los obreros de la industria del papel. El primer acto que celebraron sería una manifestación pública en la Plaza Principal de Chihuahua. Fue la primera vez que hacían pública su adhesión a las demandas de solicitantes de tierras y de los obreros. El antecedente inmediato de las normales rurales de la década de 1960 fueron las Escuelas Regionales Campesinas que surgieron entre 1932 (cuando se proyectó el plan) y 1934, pues en ellas se fundó la cultura normalista que consideraba al internado, las becas y la educación misma como un derecho que los estudiantes debían ejercer y hacer respetar frente a las autoridades. El ejercicio asambleario, la democracia de mayoría absoluta y la preparación de piezas de oratoria para la presentación de argumentos, eran recursos aprendidos y reproducidos desde los años 30. En octubre de 1963 se realizó el encuentro de la Sierra Francisco Villa, que duraría diez días, al que acudieron estudiantes, maestros, ejidatarios y solicitantes de tierras, hombres y mujeres. Pertrechados en un campamento cerca de la presa Chuviscar, los peticionarios se alimentaron con las provisiones que las mujeres de la Escuela Normal del Estado consiguieron entre los maestros y en sus casas. Uno de los resolutivos finales fue derrumbar los cercos que habían levantado los hermanos Ibarra, ganaderos, porque atentaban contra los ejidatarios de Cebadilla. Campesinos y estudiantes destruyeron postes y cortaron alambres, después todos los asistentes se dirigieron al pueblo de Madera, donde fueron emboscados por tropas federales, aprehendidos y trasladados a la capital del estado para ser procesados entre ellos dos mujeres normalistas: Elizabeth Ramírez de la Torre y Gloria Guzmán. Los campamentos y las invasiones requirieron que las normalistas asumieran cierto rol de género: conseguir comida y donaciones entre la población. Las únicas transformaciones se dieron en la práctica, principalmente en la experimentación de la lucha por parte de las normalistas rurales. Algunas de ellas habían tenido la oportunidad de ser representantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México; es decir, que sí conocían espacios públicos de actuación, aunque tradicionalmente hubieran permanecido segundas en jerarquía, señala la autora. Al incorporarse al movimiento campesino, las normalistas de Saucillo cambiaron su relación con los Salaicinos, adquirieron cierta autonomía, pero paradójicamente construyeron una nueva relación de subordinación con los hombres de la Normal del Estado como Arturo Gámiz y Álvaro Ríos. Aunque sí cuestionaron la relación de género que mantenían con ellos pero sólo en tanto era también una relación política la que les permitía participar en la lucha, ciertamente desempeñando roles tradicionales, pero también incursionando en invasiones y asesoramientos agrarios a núcleos de peticionarios, principalmente Guadalupe Jacott quien acudió en varias ocasiones a reuniones con ejidatarios e incluso excarcelar solicitantes de tierras presos. Estas actividades absorbieron tiempo de sus estudios y además les provocaron una delgadez extrema. La relación de género había tenido un giro: las mujeres no se subordinaban a los hombres que no estaban de acuerdo en la relación directa en el movimiento campesino, pero otras cosas permanecieron inmutables: las mujeres quedaron distanciadas de las tomas de decisión aplicándose a ellas, más que a nadie, la obligación de la obediencia, expectantes de las nuevas tareas que les serian asignadas. Algunos aspectos de la experiencia de participación de Clara Elena Gutiérrez Miramón permiten ilustrar la incursión de las mujeres en la actividad política pública del movimiento campesino. En una carta del 7 de mayo 1964, Arturo Gámiz García le asigno tres tareas: hacer una colecta para hacer un fondo de ayuda a la guerrilla para comprar un poco de parque de artillería, publicar documentos redactados desde la cárcel y visitar los grupos de la región de Madera. La misma Gutiérrez Miramón y Guadalupe Jacott recuerdan que en 1964 ellas dos y Luisina Alvarado decidieron incorporarse a la guerrilla y apunto de abordar el tren que las llevaría a la cierra, los dirigentes las bajaron y las enviaron de regreso a Saucillo, en un acto que consideraban de protección. La gestación de una guerrilla rural en la Sierra Tarahumara, dirigida por Arturo Gámiz García quien desertó definitivamente de la legalidad, se trasladó a la sierra y desde ahí promovió la transformación de los guerrilleros populares en el Grupo Popular Guerrillero debido a la represión de las autoridades, la prohibición de más invasiones y mítines y el establecimiento del ejército en el norte de la Sierra Tarahumara. Además de que la respuesta del gobierno estatal y federal al movimiento campesino fue el encarcelamiento de militantes, el cierre de los internados y las normales del estado, lo cual orilló a la creación de las primeras guerrillas rurales mexicanas de Chihuahua. Uno de sus puntos más cruciales de este movimiento fue la madrugada del 23 de septiembre de 1965 cuando el ejército trunco la operación de asalto emprendida por 13 integrantes del Grupo Popular Guerrillero contra el cuartel militar de Chihuahua. Durante este enfrentamiento entre el ejército y los guerrilleros, murieron individuos clave como Arturo Gámiz, líder militar y político de la guerrilla, Salomón Gaitán estratega de operaciones en la sierra y con múltiples relaciones en la zona, y Pablo Gómez Ramírez, con la experiencia en la acción política pública y una amplia red de contactos, que podían movilizar a favor del movimiento. En el estado de Chihuahua fue perseguida la restante fracción Grupo Popular Guerrillero que se trasladó al centro del país. La primera reunión en la que se reformuló la estrategia se realizó en Hidalgo: ahí nació el movimiento 23 de septiembre. Esta fue una experiencia de solidaridad y redes de maestros y normalistas en el movimiento campesino y el surgimiento de una guerrilla en Chihuahua 1960-1968. En el relato histórico que se presenta intervienen diferentes sujetos, tanto individuos como colectivos. Normalistas y maestros formados en las escuelas de los sistemas federal y estatal ubicadas en Chihuahua, y, sobre todo, el papel de las mujeres que estuvieron involucradas en el apoyo al movimiento campesino. Maestros que como individuos, alentaron y asesoraron las solicitudes agrarias de los pueblos en donde prestaban sus servicios. El 19 de noviembre de 1960 a las 14:15 horas arribó a la capital de Chihuahua “la caravana de la justicia“, integrada por más de 400 campesinos procedentes de ciudad Madera, caracterizada por la lucha de solicitantes de tierra así como estudiantes, específicamente normalistas. Las experiencias diversas de los normalistas convergieron para la formación de una conciencia común a ellos, que iniciaron un movimiento por el reparto agrario y contra la concentración privada de la tierra, en los años 60. El común denominador de los estudiantes normalistas era su origen socioeconómico: hijos de ejidatarios, jornaleros, migrantes, obreros, algunos indígenas raramuris, todos imposibilitados para pagar una educación formal. Además eran provenientes de diversos municipios, razón por la cual contaban con un internado. Editorial: Colectivo Memorias Subalternas, 1ª. Edición septiembre de 2015. Año de la conmemoración del 50 aniversario del asalto al Cuartel de Madera.
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Año 14. No. 738. del 09 al 15 de marzo de 2020 | Premio de Comunicación Alternativa |