Portal Semanario
Año 9. No. 492. del 17 al 23 de mayo 2015
Premio de Comunicación Alternativa

PARAMILITARISMO EN AMÉRICA Y EN MÉXICO

Por la Maestra Josefina Morales, Investigadora titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM y miembro de la Sociedad de Economía Política y Pensamiento Crítico de América Latina (SEPLA).

Participación en el Programa Frecuencia Laboral 16/mayo/2015

Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com

El neoliberalismo nos ha llevado a una encrucijada. Es creciente la ofensiva total, global, contra los trabajadores, contra los trabajadores del campo, ahí están los jornaleros de San Quintín, los maestros, los trabajadores públicos de los estados y municipios, de las empresas públicas, como fue la ofensiva fulminante contra los trabajadores del SME y ahora la amenaza sobre los petroleros.

La ofensiva contra los trabajadores y campesinos en general, se acompaña cada día más con elementos represivos, con fuerzas del orden (granaderos, policía federal, ejército, marina…), con provocadores y fuerzas privadas, grupos de choque organizados por grupos empresariales como el de Larrea contra los trabajadores mineros y el de las trasnacionales mineras.

Y, es probable, que las trasnacionales petroleras lleguen con sus fuerzas militarizadas, so pretexto de su seguridad privada en las zonas del crimen organizado. Se multiplica así la seguridad privada ante la incapacidad del Estado de combatir eficientemente al crimen organizados y se abre el paso al paramilitarismo.

El paramilitarismo aparece como un fenómeno militar encubierto del poder en la lucha contra la insurgencia revolucionaria en Nuestra América en las últimas cuatro décadas.

Frente al avance de las fuerzas guerrilleras en Guatemala, Colombia o El Salvador, el poder entrena y arma a fuerzas civiles como fuerzas armadas que se dicen civiles e incluso infiltra a militares encubiertos para enfrentar a las guerrillas. Son fuerzas organizadas desde el ejército, desde el poder, pero que funcionan, aparentemente, sin responsabilidad del Estado. Y, por ello, actuan con mayor violencia ya que no están inscritas en ninguna instancia institucional, pública.

En Colombia, el Estado, el gobierno armó y entrenó a miles de civiles para enfrentar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, a las FARC, y creó un ejército contrainsurgente, cuyo desarme y reinserción en la vida económica, social y política es muy compleja y hoy es uno de los temas en las pláticas para la paz entre el gobierno colombiano y las FARC en la Habana, en las que ya se está planteando la incorporación del otro grupo guerrillero, el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

El imperialismo, Estados Unidos, tiene una larga tradición de fuerzas militares al margen del Estado, de paramilitares, filibusteros se llamaban en el siglo XIX, y ahora militares y exmilitares contratados en forma privada que desde hace décadas se llaman mercenarios. Entre sus políticas de contrainsurgencia en el mundo han creado y comentado el paramilitarismo.

En México, nos preguntamos cuándo aparece este fenómeno de fuerzas militares represivas que no se presentan como tales. Y recordamos a los halcones, jóvenes entrenados en artes marciales, que el 10 de junio de 1971 golpearon y asesinaron a estudiantes; y a los porros golpeadores. También podríamos recordar, como antecedentes, a las guardias blancas de los latifundistas y empresas petroleras extranjeras durante el Porfiriato y a los latifundistas de Chiapas que también tenían sus guardias blancas hasta antes de la aparición del EZLN y de todavía reaparecen de vez en cuando reaparecen.

Y ahora, los Zetas, uno de los más sanguinarios y violentos grupo del narcotráfico, formado por un grupo de élite del ejército mexicano entrenado a la vez por los Kaibiles, militares guatemaltecos reconocidos por sus crueles asesinatos, que se convirtió en una organización criminal, con funcionamiento militar, que podría ser considerado como un fenómeno paramilitar.

En el caso de Colombia los paramilitares tomaron tierras violentamente, desalojaron a poblaciones y también se integraron al crimen organizado. En México tenemos más de 300 000 desplazados en el norte del país, en territorios que se abrirán a la explotación del shale gas, altamente contaminante y consumidora del agua de la nación, de los pueblos.

En la noche del 26 de septiembre de 2014, se observó en la televisión que un grupo de policías militarizadas, caracterizadas por gobernación como narcos, de los Guerreros Unidos, o cualquier otro nombre no familiar, se llevaba a varios de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa que han sufrido la desaparición forzada, que han sido desaparecidos por el Estado. Paramilitares, narcotraficantes o no, policías municipales dicen, levantaron a los 43 estudiantes que México llora y demanda: ¡Vivos de los llevaron, vivos los queremos!

Y otra vez, con el bloqueo reciente a la ciudad de Guadalajara, después de la destrucción de un helicóptero militar perteneciente a fuerzas de élite del Ejército Mexicano, realizado por otro grupo del narcotráfico que se dice que también fue formado por desertores de élite del Ejército, el paramililtarismo vuelve a estar en la mesa del examen de la situación política nacional.

Las diversas resistencias que en el país se multiplican a lo largo del territorio nacional enfrentan ahora, entre otras manifestaciones del poder, al paramilitarismo represivo y asesino.

Frente a estas políticas represivas y militaristas contra los movimientos sociales los movimientos sociales y las resistencias populares avanzan y la sociedad civil en su diversidad acompaña y denuncia al creciente paramilitarismo. Es urgente difundir la gravedad de esta modalidad represiva y exigir justicia contra su criminal agresión a los movimientos populares.

 

 
   
 
 
 

 

 
 
 
 
 
 

 

 

 

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