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También aplicaría para profesores AMENAZA DE RECORTE A LOS INGRESOS DE INVESTIGADORES
Carlos Guillén S. Integrante del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear, y colaborador voluntario de Frecuencia Laboral, Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com Recientemente el subsecretario de Educación Luciano Concheiro dijo que en junio era la última vez que se dan fondos para investigadores en lo individual, ya que a partir de julio estos serán suprimidos. Agregó que hay una hiperélite académica que recibe estímulos y becas que marcan desigualdades. Esto implica que profesores e investigadores recibirán solo su salario. Este anuncio lleva al escenario nacional un tema que puede ser explosivo, ya que representaría en la práctica una reducción en los ingresos del personal académico y de investigación. El tema de los estímulos no es nuevo. Desde la década de los noventa del siglo pasado se pusieron en marcha medidas que buscarían, según se dijo, elevar la calidad de la educación. Entre éstas, estuvo la implementación de estímulos económicos que se aplicarían a partir de los resultados obtenidos, con parámetros sobre todo cuantitativos, como número de publicaciones o tesis dirigidas. En los hechos, esto representó un nuevo mecanismo para mejorar (o estancar) los ingresos de los trabajadores académicos. Puesto que buena parte de la política económica oficial, siguiendo las recetas de los organismos financieros internacionales, giraba en torno a la contención salarial, los estímulos paliarían la inexistencia de incrementos salariales suficientes para profesores e investigadores. Al mismo tiempo, se metía a los trabajadores a la competencia y a la simulación para cubrir las cuotas que den acceso a los ingresos adicionales en una competencia por la obtención de los estímulos, ya que los recursos destinados a ellos eran limitados. En 1994 fue creado el Sistema Nacional de Investigadores que otorga a investigadores la categoría de investigador nacional, con el estímulo económico correspondiente. Otra de los prácticas favoritas de los gobiernos que era el ataque a todo tipo de organización de los trabajadores, se vio favorecida también por la nueva forma de pago, ya que la competencia por los estímulos, así como el hecho de que para su asignación las organizaciones de estos no tuvieran participación (menos los sindicatos) alejó de la vida sindical a quienes preferían dedicar su tiempo y esfuerzos a acumular los puntos que los hicieran merecedores de los estímulos, que a la vida colectiva en sus organizaciones. Así, se encubrió el salario, es decir, la remuneración por el trabajo realizado, sustituyéndolo con la entrega de estímulos o becas, lo que en los hechos niega el carácter de trabajadores a quienes realizan trabajo académico o de investigación científica. Además, la entrega de estímulos económicos para profesores e investigadores queda supeditada a la existencia y disponibilidad de la partida presupuestal correspondiente. Por más que es evidente la equivalencia entre los estímulos económicos y el salario, el uso de denominaciones distintas busca evitar el marco legal que regula las relaciones obrero-patronales, al no reconocer el salario como forma de pago y al mismo tiempo negar que los investigadores son trabajadores. En el caso de los investigadores, las becas y estímulos, propician el estancamiento salarial, pues con el pretexto de que se reciben ingresos adicionales, los salarios permanecen deprimidos, lo que tiene serias consecuencias para efectos de jubilación o cuando las condiciones presupuestales de las instituciones inhiben la investigación, lo que lleva a la pérdida de la pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores, con la correspondiente pérdida de ingresos. Este falseamiento de las relaciones obrero-patronales no es novedad. Con anterioridad se buscó con empeño que los trabajadores al servicio del Estado no se reconocieran como tales sino como funcionarios públicos o prestadores de servicios, con tal de evitar el ejercicio de derechos laborales colectivos. Dicho falseamiento ya está puesto en práctica, afectando directamente a los trabajadores, investigadores, etc. El reconocimiento pleno de los derechos de los trabajadores de la ciencia, implicaría que al tener condiciones óptimas de trabajo, la calidad de las investigaciones científicas, sean en el ámbito humanístico, tecnológico e innovación pueda aumentar, siendo más efectivos los proyectos de investigación científica enfocados a la solución de problemas nacionales y que sea utilizados como un bien común. Si bien en las universidades que cuentan con autonomía son mecanismos internos los que determinan el uso y distribución de los recursos, el planteamiento del subsecretario llama a prender focos de alerta en todas las instituciones de educación e investigación en que el sistema de estímulos ha sido implementado. A unas décadas de implementación de este sistema, existen instituciones en las que los estímulos representan hasta el 70 por ciento de los ingresos de quienes los reciben. Más aun. La falta de transparencia –muy común- en la asignación de los estímulos favorece la presencia de favoritismo y corrupción. Dice una investigadora de uno de los institutos de investigación del sector salud: acá siempre los directivos ganan los estímulos y no tenemos forma de saber si de verdad los ganaron, mientras los investigadores trabajamos como burros detrás de una zanahoria que siempre se aleja para tratar de obtenerlos. Probablemente exista una capa de privilegiados en este sector. Sin embargo hay también sectores mayoritarios, que siendo trabajadores de alto grado de especialización, viven una situación precaria pues con frecuencia son considerados trabajadores de confianza, son privados de los derechos colectivos de trabajo (libertad sindical, negociación colectiva, derecho a huelga, etc.) y prestaciones (como apoyos económicos para tratamientos médicos, vales de fin de año, maternidad, etc.) que deben recibir todos los trabajadores de base de acuerdo a la legislación laboral. En sus declaraciones el subsecretario dijo que el tema da para un debate fuerte. Tiene razón. También tiene razón cuando dice que no debe haber privilegios. En eso coinciden la mayoría de trabajadores del conocimiento: no debe haber privilegios para los altos funcionarios de universidades y centros de investigación. Una forma sería suprimir los estímulos mediante su transformación en lo que deben ser: salario. Para lograrlo, un primer paso es que los profesores e investigadores se asuman como lo que son: trabajadores del conocimiento. Y que organizados, luchen colectivamente por sus intereses, tanto los económicos, como los sociales y profesionales.
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